Trasplantar vida, la mejor herencia
 
 
Siempre he pensado que la mejor herencia a nuestros seres queridos es la imagen y el ejemplo de las acciones que realizamos en vida, pero desde que llegué al Centro Nacional de Trasplantes aprendí que también después de la vida puedo ayudar a las personas que esperan la donación de un órgano.

Antes de ingresar al Centro yo asociaba los trasplantes con el tráfico de órganos. Por desgracia, hay notas periodísticas que perjudican la labor de los interesados en beneficiar a quienes ansían desesperadamente un riñón o una córnea, por ejemplo, para seguir viviendo o recuperar la vista.

Trabajar en el Programa de Trasplantes es muy satisfactorio, ya que por cada donador que las diferentes instituciones logran afiliar, pueden resultar beneficiadas, en promedio, siete personas con insuficiencia en alguno de sus órganos o tejidos.

De la donación depende que se prolongue la vida de algún enfermo, la estabilidad de su familia; quizás haya casos en que el paciente sea la cabeza de una familia, o un hijo por el cual sus padres darían la vida por salvarlo, pero que lamentablemente no tienen el mismo peso, talla o tipo de sangre, o porque lo fundamental para su vida es el corazón, el hígado o un pulmón.

En estos casos no es posible donar, porque la ley no permite sacrificar una vida para salvar otra.
También hemos visto casos en que se trata de una madre, única esperanza del futuro de sus hijos, o un hermano con el cual crecimos, con el que nos sentimos plenamente identificados y a quien queremos incondicionalmente.

Desde luego que sufrir la muerte repentina de un ser querido es un caso trágico, pero lo es también ver que nuestros familiares van perdiendo la salud día con día sin poder tener una vida normal, con la impotencia de no poder hacer nada por ellos y saber que pueden tener cura pero que no es posible por la falta de donadores.

Respeto mucho el dolor de quienes pierden a un ser querido en circunstancias trágicas, y sé que realmente es muy difícil decidir sobre una donación en esos momentos.

Aunque sabemos que nuestro familiar ya no tiene vida, no queremos que su integridad física se vea afectada. Considerar esto es algo muy importante porque muchas personas que pierden a su familiar no respetan el deseo que éste manifestó en vida de donar sus órganos, por el gran amor y tristeza que sienten.

Este Centro trabaja con un enorme respeto por las decisiones y los derechos de los pacientes y sus familias. Sabemos que muchas personas que pueden salvar su vida mueren en espera de un donador.
Cada trasplante es una satisfacción y el reconocimiento a la labor invaluable de personas involucradas en cada proceso exitoso. Es un privilegio ayudar, de alguna manera, a trasplantar vida.
 
 
Texto enviado por Sara Hilda Alvarez Belaunzarán, secretaria particular del director general del Cenatra